Los antisemitas

25/Mar/2024

El País- por Juan Paullier

El País- por Juan Paullier

En unos días habremos olvidado el grotesco e insultante incidente antisemita en la marcha del 8M. Haremos como si nada. Seguiremos y, de vez en cuando, nos daremos una palmada en la espalda para congratularnos por nuestra democracia o la sana convivencia. No nos acordaremos del muñeco atravesado por una lanza ni de otros casos de antisemitismo de los cuales se ha informado en los últimos días. Es más, quizá los que condenamos estos hechos caigamos en actitudes discriminatorias. ¿Es porque somos malas personas?

Los sesgos con los que convivimos suelen ser difíciles de detectar. El concepto de sesgo implícito apunta a que la discriminación no tiene por qué surgir de la maldad o de prejuicios muy firmes. Tener asociaciones discriminatorias no necesariamente significa que seamos unos ogros, sino que formamos parte de una cultura.

De hecho, todos tenemos sesgos implícitos. El sesgo implícito se refiere a actitudes, prejuicios y juicios inconscientes que tenemos sobre personas o grupos. Reconocerlos implica comprender que pueden influir en la toma de decisiones. Ello no es justificación para resignarse y no hacer nada. ¿Podemos superar los prejuicios involuntarios?

Los lugares comunes a los que estamos habituados como sociedad a recurrir para estereotipar a los judíos son bastante menos escandalosos que un muñeco en 18 de Julio, pero más difíciles de combatir. Y no son insignificantes. Todo lo contrario. Están en la raíz de la discriminación.

Cuando naturalizamos en conversaciones cotidianas comentarios demonizantes sobre los judíos como colectivo contribuimos a la propagación de prejuicios dañinos y la discriminación contra personas o comunidades judías.

Los comentarios vienen de larga data, muchas veces se hacen como chiste, otras tantas el emisor busca quitarle trascendencia o justificarse. En la práctica, enmascaran una actitud antisemita. Es posible que sea inconsciente, pero eso no nos exime de aprovechar los desagradables hechos de los últimos días para reexaminarnos. Nunca es tarde para cuestionar nuestros prejuicios, en particular aquellos que nos cuesta percibir.

Desde el ataque terrorista de Hamás a Israel el 7 de octubre, ha habido un aumento de incidentes antisemitas alrededor del mundo. En Reino Unido, por ejemplo, se incrementaron casi 600% y en Estados Unidos, más de 300%.

El antisemitismo es tan perverso que hay quienes sostienen que los judíos lo fingen o lo exageran para difamar y acomodarse en el lugar de víctimas. Existe la idea errónea de que la definición de antisemitismo de la Alianza para el Recuerdo del Holocausto, una organización intergubernamental con sede en Suecia, busca suprimir las críticas a Israel. La definición establece que las críticas al país no son inherentemente antisemitas.

“El antisemitismo es”, según la definición de la alianza adoptada en 2016, “una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”. Es el estándar internacional usado por más de 1.000 gobiernos e instituciones.

Diferenciar entre el antisemitismo y las críticas legítimas a Israel implica, entre otras cosas, analizar tres aspectos: demonización (si se exagera la acción israelí), doble estándar (aplicar uno a Israel y otro al resto) y deslegitimación (negar el derecho de los judíos a su autodeterminación o negar el derecho de Israel a existir). Es lo que se conoce como el Test 3D del Antisemitismo.

El principal autor de la definición de antisemitismo es un abogado estadounidense que durante 25 años fue director del departamento de antisemitismo, estudios de odio y extremismo del Comité Judío Americano. Kenneth Stern piensa que esa definición, pensada en sus inicios para contribuir en la recopilación de datos sobre incidentes, tiene su lado negativo. Stern considera que tiene el potencial de restringir la libertad de expresión y la libertad académica. Stern, que es un defensor de Israel, cree que otros se aprovechan de la definición de la alianza para silenciar cuestionamientos legítimos y se alarmó cuando varios años atrás organizaciones judías estadounidenses empezaron a invocar la definición para amenazar con demandas a universidades.

Cuando el líder de la mayoría demócrata en el Senado estadounidense, Chuck Schumer, hizo un llamado para que se convoquen elecciones en Israel, acusó al primer ministro Benjamín Netanyahu de priorizar su “supervivencia política” por encima de la de su país, y advirtió que las bajas civiles palestinas podían convertir a Israel en un “paria” global, no lo acusaron de antisemita. Schumer es el funcionario judío de más alto rango en Estados Unidos.

En medio de la guerra, se ha vuelto incómodo cuestionar a Israel. No toda crítica encarna hostilidad hacia los judíos, pero el conflicto sí ha servido para sacar a la superficie un antisemitismo latente y nocivo que no solemos ver.

El sesgo implícito alimenta y perpetúa actitudes negativas hacia lo judío. Reconocerlo implica ser más conscientes y poder desafiar los prejuicios. Al confrontar los estereotipos se hace mella en la discriminación. El antisemitismo tiene muchas caras y ninguna es inofensiva.